Resumen
Tratamos el papel actual que tiene la mujer en el terreno de la atención a la dependencia, uno de los problemas más relevantes que existen en la sociedad española actual. Su figura imprescindible, desde la informalidad, mantiene en equilibrio el actual exceso de demanda existente debido al envejecimiento de la población y al aumento de personas dependientes.
La mujer y la atención a la dependencia ¿Conciliación, necesidad o voluntad obligada?
Uno de los problemas más acuciantes que tiene la actual sociedad española -además del desempleo y con el permiso de las actuales crisis, sobre todo la económica y la de valores- es el 1.635.305 de personas dependientes que existen en nuestro país[i], aproximadamente el 3´4% de la población total[ii]. Además, no se puede negar, es cierto que la crisis económica está contribuyendo a agravar este problema, sólo hay que leer la prensa nacional de estos últimos meses, o años, para encontrarse noticias bastante desalentadoras[iii].
En este contexto de partida, se hace necesario -imprescindible y fundamental- el papel que desarrolla la mujer como cuidadora informal, en el propio hogar, de personas dependientes que necesitan una atención continuada. Por lo tanto, teniendo presente la actual demanda Sociosanitaria, ligada a la situación en la que se encuentra la dependencia en la sociedad española[iv], y poniendo en el tamiz el contexto en el que está inmerso el país, es más crucial que antes, si cabe, el papel protagonista que tiene la familia, el “Cuarto Sector” o la nueva economía social postcrisis. Pero sobre todo, es más importante que nunca -como siempre- el papel que tiene la mujer como principal prestadora de servicios, de ayuda, de cuidado y de asistencia a personas dependientes, y para muestra un botón de su importancia socioeconómica para el Estado y los hogares (las familias): “el 12% del tiempo total dedicado anualmente en España al cuidado de la salud lo aportan los profesionales sanitarios, y el 88% restante lo hacen los familiares o el autocuidado”[v]. Y por supuesto, y lo volvemos a recalcar una vez más, de este porcentaje de cuidadores de personas dependientes tenemos que más del 90% son mujeres.
Así pues, en este punto, hay que plantearse una pregunta muy sencilla: ¿qué pasaría si estas mujeres, estos hogares, dejasen de atender y cuidar a las personas dependientes, por ejemplo, para trabajar de forma remunerada? Está claro que las consecuencias serían tremendas, muy graves. En primer lugar, para las propias personas dependientes, aunque también se generaría, probablemente, el colapso de la sociedad, la decadencia de algunos valores universales de calado moral -como la atención al necesitado- y por supuesto, mayores problemas estructurales, y más graves, para el ámbito Sociosanitario de la dependencia[vi]. Vista la importancia que tiene, por tanto, la figura de la mujer dentro del entorno y la problemática presentada, dentro de la familia y los hogares, se plantea, además, otra cuestión: la desigualdad (entre géneros). Así, cualquier acción que se lleve a cabo, al respecto, como la renuncia al desarrollo profesional y personal influenciada, o decidida, por la necesidad de cuidar y atender a una persona dependiente, marca necesariamente una fractura inmensa entre hombres y mujeres, como indica el porcentaje anteriormente expuesto. Un patrón que continúa latiendo como falta de igualdad total y como modelo de desarrollo personal, y profesional, desequilibrado entre sexos.
Creemos que serían necesarios, para que ello no siga reproduciéndose, una serie de servicios (públicos) alternativos y eficientes que potencien la conciliación personal y familiar desde el plano laboral y empresarial, desde la posibilidad de trabajar, sin interferencias ni, por supuesto, medidas limitadoras o reductoras, y siempre y cuando la persona no decida, o prefiera, otras opciones como la de cuidar a un familiar dependiente. Y deberían existir, además de estas alternativas, recursos públicos que la universalicen para que no se genere una doble desigualdad, de género ya argumentada y, en segundo lugar, social que provoque más distancia, y un aumento de la espiral viciosa, entre las personas que puedan conciliar porque cuenten con suficientes recursos económicos y materiales para ello, y las que no y no les quede otra, a pesar de que no quieran hacerlo.
Referencias
[i] IMSERSO, Información Estadística del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia. Sistema para la Autonomía y atención a la Dependencia (SAAD), Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2013.
[ii] Estas cifras que se han recogido son las de carácter oficial, expuestas por el SAAD y el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, pero el número de personas dependientes que necesitan un cuidado y una atención regular, independiente del grado y nivel del mismo, es aún mayor, en concreto estaría rondando los dos millones de personas, algo más de un 4% del total de población que tiene el Estado.
[iii] “Miles de dependientes morirán en 2013 sin recibir prestación... El Gobierno ha recortado 835 millones de euros al sistema de la Dependencia para 2012, eliminando la financiación del nivel acordado y reduciendo al 15% el nivel mínimo... El Gobierno ha dejado sin cotización a la seguridad social, en el convenio especial, a 146.000 cuidadores, el 93% mujeres... Como consecuencia de los recortes se prevé el despido de más de 35.000 trabajadores, la destrucción de la red de servicios y el cierre de empresas del sector…Más de 300.000 españoles dependientes no reciben ninguna ayuda a la Dependencia…”
[iv] Como explica María Ángeles Durán en su libro El Valor del Tiempo, capítulo “Tiempos de salud, tiempos de enfermedad”, Espasa, Madrid, 2007, la consecuencia del aumento de la esperanza de vida provoca un incremento del número de personas enfermas y dependientes. Esta longevidad en la vida de las personas se vuelve más frecuente, y presente, en las familias, a lo que se añade la escasa cobertura que ofrecen los sistemas públicos, incapaces de dar respuesta con sus recursos a todos los casos de demanda existentes y hacen imprescindibles la atención y el cuidado de estas personas, en la mayoría de los casos, por parte de las mujeres. Mujeres que salen a resolver cuestiones de calado nacional, de estructura socio sanitaria y de economía pública, haciéndose cargo, con su tiempo no remunerado y, a veces ni reconocido, de tareas que estaban reservadas a los Servicios Sociales, al Estado del Bienestar.
[v] Durán. M. A. “Las demandas sanitarias de las familias españolas”, Gaceta Sanitaria SESPAS, Supl. 1, Parte II Temas de Actualidad, pp. 195-200, 2004.
[vi] No se puede perder de vista a la propia Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en situación de Dependencia que, en su artículo 2, describe la dependencia como: “Estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal”.
*Licenciado en Historia, Sociología y Comunicación Audiovisual (Universidad de Salamanca) y Máster en Problemas Sociales (UNED). Actualmente trabaja como profesor de Formación Profesional de Servicios a la Comunidad, actividad docente que compagina con otras labores profesionales en MASALUD Extremadura, además de ser responsable de comunicación en la Galería de Arte María Nieves Martín.